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jueves, noviembre 11


Era una tarde de invierno, de esas en las que el sol se pone a las 6.30 p.m. Él cogía las llaves, su móvil, su ipod y sus cascos. Tenía prisa. Llovía. Salió corriendo de casa y llevaba un gran plumífero azul para no mojarse. Se paró en un cruce, el semáforo estaba de color rojo. ¡Zas! un coche pasó por delante suya a una velocidad pasmosa, lo empapó. 
No reaccionó, de su boca solo salieron tres pequeñas y ahogadas palabras, "hijo de puta". Esbozó una pequeña sonrisa. El semáforo estaba en verde, y otra vez en rojo, y verde otra vez. Él estaba quieto, escuchando su canción preferida de "The Pretenders". Él decía que le encantaba escucharla en días lluviosos, que le hacía parecer que la lluvia caía más lentamente, que todos los relojes del mundo se paraban, y que esos momentos eran su causa para vivir. No había un instante más feliz para él, pequeño chico de ciudad.

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